3.1 EL CUIDADO Y EL CUIDADOR
El cuidado ha existido en todos los tiempos y en todas las edades manifestándose de diversas formas dependiendo de cada cultura. A raíz de los cambios demográficos, sociales y económicos que se han suscitado en el mundo y en particular en México, es que el cuidado ha adquirido una significación importante, en especial el que se les proporciona a las personas mayores.
3.2 ¿Qué es el cuidado?
De acuerdo con la Encuesta Laboral y de Corresponsabilidad Social, elaborada por el INEGI e INMUJERES, los cuidados son actividades que realizan las personas –generalmente adultas- para satisfacer algunas de las necesidades de otras personas de su hogar o de otros hogares como bañar, vestir, preparar alimentos, dar de comer, llevar o acompañar a distintos lugares (médico, terapia, a realizar pagos o trámites), administrar medicamentos, y hacer compañía, entre otros.
Las necesidades de cuidado difieren en tipo e intensidad según la edad, características de salud y condición de discapacidad.
3.3 ¿Quién es el cuidador/a?
De acuerdo con estimaciones del INEGI, entre el 69 y 77 por ciento de quienes proporcionan cuidado al interior de los hogares, son mujeres. Ellas se desempeñan como cuidadoras informales, ya sea por elección o por imposición moral y social. Son un grupo socialmente vulnerabilizado, pues a pesar de que existe conocimiento de las condiciones desfavorables con las que tienen que lidiar las cuidadoras, no se han establecido mecanismos que permitan a las mujeres afrontar estas desventajas sociales y liberarlas de la carga que les impone el cuidado. De aquí la importancia de promover estrategias de capacitación a todos los niveles.
Del 6 y 12 por ciento de mujeres entre 14 y 70 años realizan trabajo doméstico o de cuidado de personas como apoyo gratuito a otros hogares, mientras que el 22% ha renunciado a su trabajo o disminuido su jornada laboral porque deben realizar actividades de cuidado, lo que tiene importantes implicaciones en su independencia económica.
El cuidado y el derecho a recibir cuidados deben ser considerados como una corresponsabilidad social y colectiva, es decir, una responsabilidad compartida entre las instituciones, la comunidad, la familia y quien requiere cuidado.
3.4 ¿Qué hace el cuidador?
El cuidador o cuidadora se encarga de apoyar a la persona que requiere asistencia en la realización de las actividades básicas, instrumentales y avanzadas de la vida diaria.
3.5 La funcionalidad
La funcionalidad en la vejez se refiere a la capacidad de la persona adulta mayor para ejecutar de manera independiente y autónoma aquellas acciones relativas a su quehacer cotidiano a nivel individual y social, considerando sus intereses, deseos y recursos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la independencia como “la capacidad de desempeñar las funciones relacionadas con la vida diaria, es decir, la capacidad de vivir con independencia en la comunidad recibiendo poca ayuda, o ninguna, de los demás”, y la autonomía como “la capacidad percibida de controlar, afrontar y tomar decisiones personales acerca de cómo vivir al día de acuerdo con las normas y preferencias propias”.
En este contexto, una persona adulta mayor puede ser funcionalmente independiente (no tener ninguna limitación física, psicológica ni social), pero tener dificultades o limitaciones para ejercer su autonomía decisional, lo cual puede ser debido a una sobreprotección o falta de conocimiento familiar, institucional y social. Aunque también podría ser consecuencia de los prejuicios y estereotipos que tengan el propio adulto mayor y la sociedad en general de la vejez. Por ejemplo, un familiar (cuidador) de un adulto mayor puede propiciar una dependencia al asumir que la persona mayor, por su edad, no debe o no puede hacer ciertas actividades: “una hija le dice a su mamá, a tu edad ya no debes ir de compras, para eso estamos tus hijos, lo que necesites pídemelo”. En este sentido, lo apropiado para fortalecer la función sería asistir (acompañar) a la persona para que realice sus compras de manera segura y no generar una dependencia artificialmente.
Por otro lado, cuando un anciano requiere apoyo para llevar a cabo alguna actividad se corre el riesgo de que la persona que le brinda la ayuda no se limite a lo solicitado y tome otras decisiones sin considerar los deseos e intereses del anciano, apropiándose de su autonomía. Por tal motivo, el apoyo que se les debe brindar a los adultos mayores que lo requieran es de acompañamiento, el cual se define como “hacerse ayudar de modo personalizado en una gestión específica”. Durante el acompañamiento se deben respetar los deseos e intereses de la persona y sólo apoyarle en lo que necesite sin invadir su autonomía.
La calidad de vida constituye uno de los objetivos primordiales de los programas de atención gerontológica, la cual se vincula directamente con la independencia y la autonomía en la vejez. La OMS define a la vejez como «la percepción individual de la propia posición en la vida dentro del contexto del sistema cultural y de valores en que se vive y en relación con sus objetivos, esperanzas, normas y preocupaciones. Es un concepto de amplio espectro, que incluye de forma compleja la salud física de la persona, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, sus creencias personales y su relación con las características destacadas de su entorno». Asimismo, la esperanza de vida saludable se utiliza comúnmente como sinónimo de «esperanza de vida libre de discapacidad».
La funcionalidad física es la capacidad que tiene la persona para ser independiente en las actividades de la vida diaria (AVD). Se determina a través de la valoración de dichas actividades, las cuales se dividen en básicas, instrumentales y avanzadas.
Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD). Son transculturales y relativas a la especie humana. Se refieren a las capacidades elementales de independencia para “comer, usar el excusado y controlar esfínteres”; y las inmediatamente superiores “asearse, vestirse y poder caminar”, las cuales son esenciales para el autocuidado. Su alteración se produce de manera ordenada e inversa a su adquisición en la infancia. Su valoración se lleva a cabo a través de la observación directa y se registra en escalas como la de KATZ y la de BARTHEL.
Actividades Instrumentales de la Vida Diaria (AIVD). Se refieren a la capacidad que tiene el adulto mayor para ser independiente en la comunidad. Es decir, su independencia para “ir de compras, preparar alimentos, realizar la limpieza doméstica, manejar las finanzas, usar el transporte, el teléfono y el autocuidado de la medicación”. Algunas de estas actividades tienen cierta influencia sociocultural relativa al género, como la capacidad para preparar alimentos o ir de compras, sin embargo, el hecho de que no las realice el anciano del sexo masculino, no indica que sea incapaz de poder hacerlo, de ahí que la valoración se basa en el juicio y no en la observación.
Los primeros grados de deterioro son detectados a través de la evaluación de estas actividades. La escala de LAWTON & BRODY es la más utilizada para valorar estas actividades.
Actividades Avanzadas de la Vida Diaria (AAVD). Se refieren a la capacidad de llevar a cabo funciones complejas que le permiten al adulto mayor una participación y socialización activa, entre las que destacan las actividades de ocio, de trabajo, la participación en grupos religiosos, los deportes, la formación académica y viajar de manera independiente.
La funcionalidad cognitiva es la capacidad para mantener una interacción consciente con el medio que nos rodea, para lo cual es indispensable la conservación de las funciones cerebrales superiores como la memoria, el lenguaje, la atención y el razonamiento abstracto. Estas capacidades se evalúan a través de instrumentos de detección de deterioro como la escala de FOLSTEIN. La funcionalidad cognitiva también abarca la valoración de la autoestima y del estado afectivo.
Por otro lado, la funcionalidad social se refiere al número de contactos sociales familiares y extrafamiliares que tiene de manera cotidiana el adulto mayor, los tipos de apoyo que recibe de ellos y la satisfacción de los mismos. Las redes de apoyo social formales e informales influyen directamente en las actividades de la vida diaria. Uno de los instrumentos utilizados para medir la funcionalidad social es la Escala de Redes de Apoyo Social para Adultos Mayores (ERASAM).
La funcionalidad constituye uno de los indicadores fundamentales de salud y calidad de vida en la vejez, ya que su afección puede ser un factor de riesgo para las enfermedades crónicas, alteraciones cognitivas (memoria y lenguaje), afectivas (depresión y autoestima) y sociales (aislamiento y maltrato) en la población adulta mayor. Por tal motivo, uno de los objetivos prioritarios de la gerontología comunitaria es establecer estrategias para mantener, prolongar y recuperar la funcionalidad física, mental y social con la participación activa del adulto mayor, así como las redes de apoyo social formales e informales.
Dicho lo anterior, como parte del autocuidado en la vejez se debe promover en la familia, las instituciones, los profesionistas y la sociedad en general que el adulto mayor ejercite y conserve las actividades básicas, instrumentales y avanzadas de la vida diaria en todo momento, para mantener, prolongar y recuperar la funcionalidad y no propiciar de manera innecesaria y anticipada su dependencia física, psicológica y social ya que la función que no se ejerce y se fortalece, se pierde. En este sentido, se debe considerar que aún los adultos mayores dependientes y frágiles, si se mantienen activos en las esferas física, psicológica y social de acuerdo con su condición y sus capacidades, evitarán un deterioro acelerado, lo que repercutirá en su calidad de vida.
La funcionalidad constituye uno de los componentes y elementos centrales del envejecimiento saludable, ya que la adopción y mantenimiento de estilos de vida saludables se vinculan directamente con la capacidad física, mental y social del adulto mayor y, consecuentemente, con la calidad de vida. De ahí que el envejecimiento saludable y la funcionalidad sean uno de los objetivos primordiales de la gerontología comunitaria.